Tony Molina es un músico californiano, un pequeño genio, de la nueva cantera del power pop que edita un disco sorprendente, el cuarto de su carrera, donde las canciones apenas duran minuto y medio y la gracia es que en esa escasa duración condensa el fulgor de unas píldoras que son melodías certeras. Bajo la base creativa de menos es más impacta con estas pequeñas piezas convirtiendo el álbum en todo un ejercicio de estilo, por el que desfilan J. Mascis, Lennon, The Byrds, Weezer o Brian Wilson. Un trabajo de orfebrería que solo dura dieciocho minutos y que sorprende por todo lo que llega a decir en tan poco tiempo, con toda esa distorsión eléctrica.
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